20100408

LA SOBERANÍA DE LA PALABRA



En esta nota hay una reflexión respecto de lo que significa la soberanía para nuestro gobierno. Está claro que Cristina actúa en virtud de lo que piensa y lo que dice. Eso es soberanía también: es ser soberanos de nuestras acciones. Decir lo que pensamos y actuar conforme a ello. Representar a un pueblo y defender sus intereses.

Eso resulta incómodo a ciertos sectores de la oposición. Profesores del gatopardismo al que nos tuvieron acostumbrados durante mucho tiempo y que tanto daño le hizo a la política, quedan en offside cuando intentan señalar un supuesto doble discurso del kirchnerismo. Encuentros verbales como el del Ministro de Economía con Gerardo Morales (a que no se puede llamar debate a tal despellejamiento público), dejan en claro de que el proyecto encabezado por Cristina, busca desandar los neoliberales pasos de la dictadura y sus aplicados alumnos de fin del milenio pasado, mientras las oposiciones con su obstinada máquina de impedir, quieren desbaratar el nuevo camino a toda costa.


Tras su crítica a los “modos” de la Presidenta, sólo nos recuerdan que son guardianes del formalismo y del status-quo. En su discursiva defensa a los “pequeños productores rurales” nos dejan en claro que protegen a la patronal sojera concentrada. Debajo del velo que le ponen a la “ineficiencia” pública para gestionar Aerolíneas, declaran que esos asuntos sólo los pueden manejar los empresarios amigos. Cuando plantean que la nueva ley de medios “monopoliza” la palabra, quieren decir que destruye su propio monopolio. Donde dicen “se están robando los fondos de los jubilados” debe leerse “se nos acabó el curro”. Al “defender las reservas de todos los argentinos” lo que proponen es ajustar a propios y pedir préstamos a tasas siderales a extraños.


Si de algo puede estar orgullosa la gestión de la Presidenta es de la cantidad de hechos concretos con los que nos está devolviendo a los argentinos la posibilidad de decidir nuestras políticas y con ello, de construir nuestro futuro. El rompimiento con el control privado de muchos sectores claves de la economía es una clara decisión de Estado que se traduce en hechos concretos a diario. Pero hay un valor agregado a todo esto y es que del 2003 a esta parte estamos recuperando la soberanía de la palabra, esa que está devolviendo a la política el papel que siempre debió tener: el de ser el lugar donde se dirime la discusión de qué modelo de país queremos y cómo pensamos lograrlo. Si los ecos del “que se vayan todos” quedaron lejos es por eso mismo, por la recuperación de esa herramienta. Hoy la consigna debería ser: que se vayan todos los que dicen una cosa y hacen otra. Está claro que la recuperación de la palabra en política es una gran noticia para el mundo entero, y este gobierno es pionero en este aspecto también.

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